Su nombre completo era María de los Remedios Alicia Rodriga Varo y Uranga. Nació en Anglès, Gerona, España, el 16 de diciembre de 1908 y murió en Ciudad de México el 8 de octubre de 1963. En apenas 54 años de vida produjo una obra pictórica que se puede contar entre las más originales y atractivas del siglo XX.
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Su padre era un ingeniero de mentalidad progresista, interesado en el estudio del esperanto y la mineralogía. Su madre, de fuertes convicciones religiosas, la llamó Remedios debido a que su nacimiento vino a aliviar el dolor por la pérdida de otra hija. Tuvo dos hermanos varones y problemas cardíacos que a la larga truncarían su carrera en el momento de mayor productividad artística.
De niña vivió en Madrid y en Marruecos. Fue una de las primeras estudiantes de la Academia de San Fernando, donde ingresó a los quince años. Compartió clases y reuniones con personalidades como Federico García Lorca y Salvador Dalí. Contrario a la usanza de la época, su padre fue quien más estimuló su temprana inclinación por la pintura. En 1930, a los 22 años, participa por primera vez en una muestra colectiva, organizada por la Unión de Dibujantes de Madrid.
Se casó apenas terminar los estudios y se fue a vivir a París durante un año, para luego regresar a Barcelona. Por estos años, vivió como dibujante publicitaria, apoyó la causa republicana durante la Guerra Civil y formó parte del grupo surrealista catalán Logicofobista. En 1936 conoció a quien sería su gran amor, el poeta francés Benjamín Péret. Al año siguiente, se separó de su marido y se fue a París con Péret, donde viviría hasta 1941. Allí conoció y se relacionó con figuras relevantes del momento como Max Ernst, André Breton, Víctor Brauner, Joan Miró y Leonora Carrington. Con esta última, construiría una amistad de por vida. De estilos afines –aunque no similares–, sus obras muchas veces se confunden ante el ojo inexperto.
Después de la invasión nazi a París, Varo y Péret huyen a México. Después de una estadía breve en Venezuela, se afincó definitivamente en México. En 1952 se casó con el político austríaco exiliado Walter Gruen. En 1955 recién pudo realizar su primera exposición individual y en 1958 ganó el primer lugar en el Salón de la Plástica Femenina en la galería Excélsior. Nunca pudo vivir completamente de la pintura: la mayor parte de su vida se dedicó al dibujo publicitario, la cartelería y los trabajos por comisión. Un infarto de miocardio se la llevó súbitamente después de terminar su obra Naturaleza Muerta Resucitando, que está plagada de símbolos que se constituyen como una síntesis de su existencia.
Aunque casi todas sus obras llevan título, estos aportan más misterios que respuestas sobre el significado de las mismas.
La obra de Remedios Varo está profundamente influida por la alquimia, el psicoanálisis, la obra de Freud y de Jung. Breton la calificó como “la hechicera del surrealismo que se fue demasiado pronto”. Lo más importante de su obra, de hecho, fue producida durante los últimos quince años de su vida. En ella se pueden apreciar la construcción de mundos oníricos plagados de criaturas feéricas, de naturaleza híbrida animal-vegetal. La representación de la unidad del universo es otro eje de su trabajo. En sus lienzos se pueden apreciar la preocupación por los desplazamientos, las maquinarias de precisión, su particular reinterpretación de los arquetipos del inconsciente colectivo, la organicidad entre el paisaje y la máquina, entre lo vivo y lo muerto.
Aunque casi todas sus obras llevan título, estos aportan más misterios que respuestas sobre el significado de las mismas. Figuras estilizadas y frágiles, de mirada ausente, reposan en estado de contemplación rodeadas de instrumentos musicales o de delicados artefactos mecánicos de índole esotérica, en habitaciones de geometrías imposibles, con puertas que interconectan diferentes universos o dimensiones de existencia. La precisión técnica no queda fuera de toda su imaginería fantástica: sus cuadros tienen un nivel de detalle y meticulosidad que explica en parte lo poco prolífico de su producción.
De haber vivido más, hubiera tenido aún más relevancia en el plano internacional. No obstante, los reconocimientos póstumos fueron llegando con los años: En 2000, su viudo donó todas las obras que tenía en su poder al Museo de Arte Moderno de México. En 2001, la colección de pinturas de Varo fueron declaradas Monumento Artístico Mexicano. En 2007, la escritora cubana Zoe Valdés registró su historia en la novela La cazadora de astros. En 2008, la ciudad de Barcelona le realizó un reconocimiento colocando una placa en unos jardines que llevan su nombre. En la actualidad, sus obras son muy cotizadas en el mercado de galerías, ya que son tan escasas como apreciadas por los coleccionistas.
Remedios Varo vivió naturalmente como una mujer libre de mandatos sociales, adelantada a su época: no necesitó rebelarse contra nadie ya que se dedicó desde la infancia a seguir sus propias inquietudes intelectuales y creativas. No tenía mucho interés en el destino de sus trabajos –los regalaba o vendía, según el caso– ya que le interesaba más el proceso creativo y los aprendizajes que le dejaban antes que el soporte o el resultado en sí mismo.
Publicado en revista Lembra N°7 (diciembre de 2017)