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Channel: El Sórdido Tópico
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El planeta con una sola calle

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Marcha conversó con Ramiro Sánchiz, autor de La historia de la ciencia ficción uruguaya, una ucronía que celebra las épocas del fanzine en una Montevideo alternativa. Por Cezary Novek.
Ramiro Sanchiz (Montevideo, 1978) es un prolífico autor uruguayo especializado en ciencia ficción, aunque también ha incursionado en otros géneros, como el cyberpunk y el relato de vampiros. Entre sus novelas se cuentan: Lineal(Anidia, 2008; Reina Negra, La Plata, 2013), Perséfone (Estuario Editora, 2009), Vampiros porteños, sombras solitarias (Meninas Cartoneras, 2010), Nadie recuerda a Mlejnas (Reina Negra, 2011), La vista desde el Puente (Estuario Editora, 2011), Trashpunk (Ediciones del CEC, 2012) y Los viajes(Melón Editora, 2012). Publicó los libros de relatos Algunos de los otros (Trilce, 2010), Del otro lado (La Propia Cartonera, 2010), Algunos de los otros redux (Reina Negra, 2012) y Los otros libros (La Propia Cartonera, 2012). También participó en las antologías El descontento y la promesa (Hugo Achugar, ed. Trilce, 2008), Neues vom Fluss (Timo Berger, ed. Lettrétage, 2010) y Hasta acá llegamos (Fernando Barrientos, ed. El Cuervo, 2012).
La historia de la ciencia ficción uruguaya (Llanto de mudo, 2013) es una novela que a su vez es una ucronía y una historiografía alternativa centrada en la épica de los fanzines y revistas independientes de los ’90. El grupo de personajes protagonizado por Stahl gira en torno al más esquivo de los personajes de Sanchiz, Emilio Scarone, un excéntrico escritor de mediana calidad cuyo magnetismo personal motiva e irrita por igual a quien se le acerca. Entre los entusiasmos y desavenencias se van entretejiendo paisajes literarios reales e imaginarios que le dan cierto aire de enciclopedia novelada. Recuerda vagamente a Respiración Artificial, pero mucho más entretenida y sin pretensiones de convertirse en obra canónica. Hay una sana celebración del objeto cultural analógico y de la nostalgia de los rituales que se generaban a su alrededor. La novela se inscribe en un proyecto de mayor envergadura –denominado Proyecto Stahl– que se va expandiendo con cada nueva novela. En conversación con Marcha, Ramiro Sanchiz nos amplía este y otros aspectos de su interesante producción.
De muy chico, cinco, seis años, leía sobre todo historietas y libros de ciencia para niños; eso sin lugar a dudas me marcó mucho más de lo que soy capaz de darme cuenta. En cuanto a las historietas, muchos años después me di cuenta de que las que más me habían gustado eran las de Carl Barks, las protagonizadas por Uncle Scrooge. Más adelante leí a Verne, a Wells, a Salgari, pero mi primera influencia decisiva en el sentido de abrirme un universo y motivarme a escribir fue Isaac Asimov. Y desde la lectura de sus novelas y ensayos me enamoré de la ciencia ficción, la fantasía y el terror. Mis autores favoritos de la adolescencia fueron Philip K. Dick, J.G.Ballard, H.P.Lovecraft, Frank Herbert, Robert Silverberg, William Gibson, Brian Aldiss, Ursula K.LeGuin, Tolkien y otros más; a Dick, Ballard y Lovecraft sigo admirándolos tanto o más que en ese momento, y a los otros que he mencionado sigo admirándolos muchísimo, con algunas excepciones o matices. Después, a los dieciséis años, empecé a leer a Borges y a Cortázar, y creo que ambos marcaron decisivamente mi escritura. Ya acercándonos al presente, los autores que más han significado para mí son Mario Levrero, Thomas Pynchon, David Foster Wallace, Angela Carter, Michel Houellebecq, Thomas Bernhard (mi fascinación más reciente: no tiene más de dos años), W.G. Sebald, Alan Moore y Thomas Ligotti.

En una entrevista de 2012 con Juan Manuel Candal decís “ninguno de mis libros es una obra limitada y aislada; en ese sentido, mi mejor libro es la novela de la que todos los que he publicado son capítulos”. ¿Podrías trazar un arco que describa la búsqueda durante los veinte años que pasaron desde tu primera publicación en revistas?
Bueno, el Proyecto Stahl, que podría definir como la escritura de una macronovela cuyos capítulos (o mejor piezas) son novelas o cuentos publicados independientemente y unidos por un relato que abarca muchos mundos paralelos, en realidad nació en noviembre de 2004; todo lo que escribí antes no tenía ningún criterio unificado de producción y eran ante todo cuentos, más dos intentos de novela que terminaron abortados y que contenían, sí lo que podríamos llamar la semilla del Proyecto Stahl, en tanto el mismo Federico Stahl, protagonista de la macronovela, ya aparecía –pero con otro nombreen algunos pasajes. A partir del momento en que tengo esa idea de armar una ficción de gran escala, las cosas han mutado un poco: por ejemplo, la primera encarnación del proyecto implicaba apenas una autobiografía ficticia de F. Stahl en varios tomos; después fue incorporada la idea de apropiarse o parodiar o reescribir ciertos textos que habrían sido esenciales para Stahl (de hecho llegué a terminar una reescritura del Retrato del artista adolescente de Joyce), a lo que siguió la posibilidad de escribir las novelas firmadas por Federico. Recién hacia 2009 o 2010 apareció la idea de las divergencias, de los mundos paralelos, las historias alternativas. En ese momento, claro, el Proyecto se convirtió en algo imposible de “terminar”.
¿Tenés rituales?
Sí, pero son cambiantes. Antes de que naciera mi hija, por ejemplo, me levantaba a las 7, desayunaba con mi esposa y, después que ella partía hacia su trabajo, miraba un capítulo de Lost o Archivos X antes de ponerme a escribir hasta el mediodía. Después de comer escribía cosas más relacionadas con mi trabajo, y si terminaba temprano, escribía un poco más hasta las seis, más o menos. Ahora eso sería imposible, así que me limito a escribir cuando puedo. Mi único “ritual” en el sentido más estricto del término es poner música: a cierto volumen, incluso. Generalmente cada texto que estoy trabajando implica cierto tipo de música como fondo a mi trabajo de escritura; mi última novela, por ejemplo, fue escrita casi toda escuchando The Ictiologist, de Giant Squid.
¿Qué estás leyendo?
Por trabajo: todo lo que pude acaparar de Mario Bellatin; también Lionel Asbo, de Martin Amis. Por placer: estoy hace unos meses metido en la lectura de textos lovecraftianos, es decir escritos por escritores que aman a Lovecraft y proponen añadidos a ese gran mundo de ficciones. Anoche, acá en La Paz, leí la última novela (o crónica o relato autobiográfico) de la escritora uruguaya Fernanda Trías; y en las horas previas a mi viaje leí Encantado, el último libro del también uruguayo Amir Hamed. Ambos, Hamed y Trías, están entre los escritores uruguayos más interesantes del presente.
Leo a mis contemporáneos en parte por mi trabajo de crítico o reseñista, pero también, claro, por placer. Si vamos por partes, entonces, te recomiendo, de Uruguay, la obra completa de Ercole Lissardi, los ya mencionados Hamed y Trías, los policiales de Rodolfo Santullo y la ficción slipstream de Pablo Dobrinin. También me interesan los textos de Agustín Acevedo Kanopa, Daniel Mella, Pedro Peña, Damián González Bertolino y Manuel Soriano. En cuanto a Argentina y Latinoamérica, sigo el trabajo de Patricio Pron (el mejor novelista de nuestra generación con El comienzo de la primavera), Juan Terranova (el mejor crítico de nuestra generación), Juan Cárdenas, Rodrigo Hasbun, Rodrigo Fresán, Juan Manuel Candal y algunos más. Ya si pensamos en otras lenguas, dentro de la ciencia ficción o el new weird me interesan mucho China Miéville, Paolo Bacigalupi y Susanna Clarke; pero además tenés a todos los veteranos que siguen produciendo: Pynchon publicó una novela increíble el año pasado (Bleeding Edge) y está por salir un libro de cuentos de Ligotti.



¿La historia de la ciencia ficción uruguaya se puede leer como una crónica imaginaria de lo que era la publicación autogestionada en los ’90?
Si hacés abstracción de la ucronía, es una trasposición relativamente fiel a la “verdadera” historia de la ciencia ficción uruguaya, con nombres cambiados y, por supuesto, no pocas concesiones a lo que podríamos llamar el “conjunto de normas” del Proyecto Stahl. Entonces, si postularas que la ucronía de la novela no tiene mayor influencia en los acontecimientos narrados (una hipótesis que, si bien yo no comparto, no me parece desatinada), lo que tendrías es, sí, algo muy cercano a una crónica imaginaria de la ciencia ficción, la fantasía y el under uruguayos de la década de 1990.
Mantenés actualizados cuatro blogs (Proyecto Stahl, Partículas rasantes, Aparatos de vuelo rasante y Lecturas rasantes), publicás regularmente cuentos en revistas especializadas y casi todos los años aparece una novela nueva. ¿Escribís todos los días?
En rigor hay blogs que no toco desde hace meses, pero están ahí y algún día los retomaré. Escribo, sí, todos los días, así sean notas; idealmente más que eso, claro, pero no siempre se puede. Y además hay que vivir; vivo, en cierto sentido, de mi escritura y lectura sobre la escritura y lectura de otros, y me divierto mucho. En cuanto a método…, sé qué voy a escribir cuando termine lo que estoy escribiendo ahora. A veces rompo esa predicción, pero la mayor parte de las veces tengo bastante planeado mi trabajo (en cuanto a ficciones, claro) para los siguientes cuatro o cinco meses. Y hace dos años que tomo notas para una novela que espero empezar el año que viene.
Participás en discusiones y polémicas con otros autores. ¿Considerás que la interacción escrita con colegas es parte de la obra? ¿No tenés miedo de que esto distraiga tu tiempo/energía de la ficción como producción principal?
No, no distrae mi tiempo o energía porque es parte de lo que quiero hacer, de mi proyecto como escritor (que incluye, por supuesto, al Proyecto Stahl); escribir crítica es escribir ficciones sobre (o con) otras ficciones (que a su vez están hechas de otras ficciones, por supuesto); y esa crítica que sale en blogs o en revistas o diarios firmada por mí es tan parte de mi escritura como mi última novela; de ambas zonas se proyecta un personaje-autor o una figura-autor, el sujeto que enuncia el proyecto narrativo y la crítica. La construcción de ese sujeto (que es y no es el sujeto “real” Ramiro Sanchiz) es la creación, entonces, de una ficción de segundo o tercer orden, y ahí no distingo novelas de ensayos. Me interesa –y como soy medio propenso a enojarme por tonteríasseñalar la estupidez de entender la crítica como una práctica tributaria de algo más noble, “la literatura”, y desde ahí los clichés de “crítico malo/escritor bueno” o del crítico como un creador frustrado; a la vez, me gusta la confrontación, incluso la “pelea”, en particular si pienso en un medio tan hipócrita y mezquino como el uruguayo, donde nadie (o, mejor, muy pocos) se anima a decir públicamente pero todos susurran en las tinieblas.
Has cultivado por sobre todo la ciencia ficción, el cyberpunk, lo fantástico y algo de realismo sucio. ¿Hay algún género –de los que no hayas abordado– en el que te gustaría incursionar en el futuro?
No sé si lo he abordado o no –porque eso depende de la lectura que se haga, pero me interesa muchísimo escribir horror sobrenatural, terror, new weird.
¿En qué estás trabajando?
Una reescritura de Rayuela, de Cortázar, nada más y nada menos. Pero en clave no sólo Stahl sino de terror y con extraterrestres. De hecho, ése es el título de la novela: Rayuela con extraterrestres. La premisa es que, a principios de los ´60, París fue invadida por cuatro alienígenas que se quedaron a vivir allí, alterando las vidas de la ciudad para siempre. En ese contexto me propuse contar algo parecido a la anécdota central de Rayuela, con Federico como Oliveira, por supuesto. Empezó como algo divertido que se me ocurrió en el subte de Buenos Aires y luego, al incorporarle esa dimensión de terror que tanto me interesa últimamenteterminó por entusiasmarme mucho. Creo que estará terminada en un par de meses. Y luego planeo dedicarme a un libro de cuentos de terror.
Volviendo a la referencia de la pregunta 2, ¿tenés planes de incursionar en una novela de larga extensión que, de alguna manera, integre las obras anteriores y posteriores como punto neurálgico? Me refiero a un Opus Magnum, algo que le dé una vuelta de tuerca en complejidad, extensión y autorreferencialidad de forma tal que revise tu obra anterior y posterior a ésta. Tal vez te suene rara esta pregunta, pero imaginé algo así. Por poner un ejemplo que me viene a la cabeza: Laiseca tiene Los sorias, que es una novela gigantesca desde la cual se puede leer todo el resto de su obra y que, si bien fue publicada después de tener varias novelas circulando, hace que uno revea el resto de la obra desde otro punto de vista (de hecho, sus otras novelas se pueden leer como emanaciones de esa novela monstruosa).
Hay dos respuestas posibles y una es negativa. No, entonces, porque el Proyecto Stahl es por definición una novela de larg(uísim)a extensión, un Opus Magnum y una Novela Total, un Gran Libro de los Gummies. Pero, a la vez, sí, tengo el deseo de escribir una novela extensa y ardua, llena de personajes y situaciones y mundos, que sea de alguna manera un centro posible del Proyecto Stahl (que, en rigor, debería tener muchos centros alternativos o debería dar la posibilidad de leerse desde cualquiera de sus textos constitutivos como si fueran su centro o sus centros). Es esa novela que llevo ya dos años planeando, la que te mencioné más arriba. Un título de trabajo –y pynchoniano- es M.
¿Federico Stahl es tu alter ego, tu personaje más querido, un escritor uruguayo, un personaje ficticio más o todas las anteriores?
Federico es nadie. O, mejor, es un conjunto de personajes que se llaman igual pero que, como viven en universos diferentes, son, en rigor, también diferentes entre sí. De hecho, la idea siempre fue vaciar el concepto de personaje, darle otro significado. Ahora, quizá alguno de ellos –el de Perséfone, por ejemploes, en cierto modo, un alter ego mío. En el sentido de que nos parecemos bastante, claro está.
De los personajes reales que aparecen en La historia de la CF, ¿hay alguno de los que se pueda hablar? ¿Alguno de ellos leyó tu novela? ¿Hubo respuesta –oral o escrita– por parte de los involucrados en ella?

Bueno, tenés a Alfredo Kowak, que vendría a ser Pablo Dobrinin. Y por ahí menciono a un sucedáneo del genetista y conocedor de ciencia ficción Víctor Raggio, que sí leyó la novela y, hasta donde sé, le resultó divertida. Scarone, de algún modo el personaje más interesante del libro, está basado en alguien de cuyo nombre no quiero acordarme y que es relativamente fácil de rastrear si se quisiera hacerlo. Digamos que Scarone es esa persona (o, por supuesto, una caricaturización o simplificación de esa persona) más unas cuantas cosas notoriamente ausentes del “original”. 

Publicado en Marcha Noticias  el 22 (Parte I) y (Parte II) el 23 de setiembre de 2014

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